-Jugando con el título del libro que acaba de salir y que, por cierto, se presentará al público en otoño, permítame una aviesa pregunta: ¿De dónde son las voces?
-Las voces, existir, existen. Qué más quisiera yo que saber de dónde manan. Ellas son de lo poco que merece la pena en la Literatura. Creo que pertenecen a su propia memoria.
-Deduzco de su respuesta una honda preocupación metapoética, que aparece en casi todos sus libros y adquiere un protagonismo total en De donde son las voces. ¿Podría hablarse, en este caso, de poesía del silencio?
-La poesía del silencio es para mí la más inteligente manifestación de la poesía. Creacional, sencilla, pero con un tramado exhaustivo de mallas filosóficas, místicas, arquetípicas, ocupa el damero de la existencia, lo elemental y lo casi imposible. Soy una gran admiradora de ese pensamiento, de esa manera de arquitectar imágenes. Aun así, mi poesía –y tiemblo con el posesivo- no se encierra en ella tampoco. No sabría organizar el pensamiento, es un ave y precisa en su movimiento el espacio de la libertad.
-Una pregunta que, con toda seguridad, le habrán formulado en más de una ocasión: ¿Quiénes son sus padres literarios? Y, si me permite el guiño freudiano, ¿los ha matado ya?
-Más que padres, tengo algún que otro amante imposible, alguna que otra voz que me motiva el corazón. Cernuda, por ejemplo, o Pizarnik. Con respecto a los padres, mi comportamiento ha sido realmente bíblico, los dejé para unir mi clamor a los amantes, me convertí en otro de ellos.
-Las voces, existir, existen. Qué más quisiera yo que saber de dónde manan. Ellas son de lo poco que merece la pena en la Literatura. Creo que pertenecen a su propia memoria.
-Deduzco de su respuesta una honda preocupación metapoética, que aparece en casi todos sus libros y adquiere un protagonismo total en De donde son las voces. ¿Podría hablarse, en este caso, de poesía del silencio?
-La poesía del silencio es para mí la más inteligente manifestación de la poesía. Creacional, sencilla, pero con un tramado exhaustivo de mallas filosóficas, místicas, arquetípicas, ocupa el damero de la existencia, lo elemental y lo casi imposible. Soy una gran admiradora de ese pensamiento, de esa manera de arquitectar imágenes. Aun así, mi poesía –y tiemblo con el posesivo- no se encierra en ella tampoco. No sabría organizar el pensamiento, es un ave y precisa en su movimiento el espacio de la libertad.
-Una pregunta que, con toda seguridad, le habrán formulado en más de una ocasión: ¿Quiénes son sus padres literarios? Y, si me permite el guiño freudiano, ¿los ha matado ya?
-Más que padres, tengo algún que otro amante imposible, alguna que otra voz que me motiva el corazón. Cernuda, por ejemplo, o Pizarnik. Con respecto a los padres, mi comportamiento ha sido realmente bíblico, los dejé para unir mi clamor a los amantes, me convertí en otro de ellos.